A los que me muestran el coraje de entregar su vida totalmente al proyecto en el que creen. Eso es fe. Sin saber ni querer saber, sin esperar, sólo dando y dando. Sin entender, sólo confiando. Mostrándome nada más que la voluntad de la alternativa real: algo que no se parece en nada a este mundo y que está asomando a la luz.

A mi familia, a la que nunca le dije te amo y son testigos directos de mi transformación y de la suya propia. Reflejos del perdón que acontece en mi corazón y reviste de certeza mi unión con ellos.

A mi madre, la mujer más valiente y persistente que he conocido nunca. El amor verdadero más allá de las palabras.

A mi hijo, la vida misma. El alma pura y sincera que me ofrece la luz en su estado más puro y la maestría de querer aprender a escuchar su sabiduría.

A tí, que como los anteriores, no tienes nombre...porque, (y dejadme nombrar a Dios) Él no tiene nombre. Su nombre se convierte en la lección final de que todas las cosas son una. Y con esa lección finaliza todo aprendizaje.

"El nombre de Dios es la herencia que Él les dió a los que eligieron que las enseñanzas del mundo ocuparan el lugar del Cielo". (L 184).

gracias maestro